venres, 24 de abril de 2020

LA GRAN PREGUNTA



No íbamos a volver a ver un atardecer fuera de casa en mucho tiempo, pero aún no lo sabíamos. Nuestros sentimientos iban a cambiar y nosotros no estábamos preparados. De un día para otro las calles se vaciaron y las vidas tuvieron que olvidar todas las grandes aventuras. Cayeron las motivaciones y el miedo se apoderó de todos los sentimientos. Desorientación, pulso acelerado, falta de aire, no lo quería mostrar pero era la realidad que en un abrir y cerrar de ojos se había adueñado de mi cuerpo.

Las caras perplejas fueron la nueva imagen del 15 de marzo. Mi mente se quedó en blanco y sentí que una bomba explotaba junto a mis oídos. Por más que intentaba recuperar la conciencia, el fuerte pitido era lo único que rondaba por mi subconsciente. Quería abrir los ojos para comprobar que seguía en mi habitación pero notaba que algo lo impedía, la vergüenza a no saber cómo actuar. Esa cobardía no iba a poder conmigo y me propuse ser parte de la resistencia.

Los días pasaban e intentaban actuar simulando que se congelaban y volvían a correr, pero una pequeña lucecita en la mitad del camino y en medio de la oscuridad me obligó a observar y a percibir todos los minutos presentes en mi vida, minutos que tengo que disfrutar. Me animó a seguir teniendo objetivos que lograr y aumentó mi curiosidad hacia lo inesperado, despertando así, a la exploradora que llevo dentro ansiosa por descubrir cosas nuevas.

Mi corazón, el cual se había paralizado durante unos segundos, recuperó ese amor que tuve siempre por enfrentarme a nuevos retos y lograr superarlos. Me encontraba ante una gran oportunidad para crecer como persona y para redescubrirme a mí misma, tal y como soy. Llegaría a averiguar esos afectos algo irritantes que me jugaron malas pasadas en algunas ocasiones y sería capaz de desenvolver nuevas emociones positivas y de olvidar aquello que me paraliza de vez en cuando y que no me deja ser yo misma.


Llueve y hace sol. Quiero estar sola, quiero ver a mis amigas, quiero estar con mi familia,  quiero estar con mi perro. Voy de una habitación a otra, subo y bajo las escaleras, salgo al jardín, y todo esto con el propósito de no caer en el aburrimiento ya que para mí eso no es una opción. Infinidad de retos inéditos rondan por mi cabeza buscando un hueco en mi preciado tiempo. Mientras se ordenan, grandes deseos impacientes hacen que tenga la sensación de que mi mente va estallar. Y además, el rey de los pensamientos circula sin cesar “¿Cuándo conseguiré alcanzar esos retos y cuándo se llegarán a cumplir esos deseos?” Esta es la gran pregunta.
Celtia Ríos, 1º Bac A

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