No íbamos a volver a ver un atardecer fuera de casa en
mucho tiempo, pero aún no lo sabíamos. Nuestros sentimientos iban a cambiar y
nosotros no estábamos preparados. De un día para otro las calles se vaciaron y
las vidas tuvieron que olvidar todas las grandes aventuras. Cayeron las
motivaciones y el miedo se apoderó de todos los sentimientos. Desorientación,
pulso acelerado, falta de aire, no lo quería mostrar pero era la realidad que
en un abrir y cerrar de ojos se había adueñado de mi cuerpo.
Las caras perplejas fueron la nueva imagen del 15 de marzo.
Mi mente se quedó en blanco y sentí que una bomba explotaba junto a mis oídos.
Por más que intentaba recuperar la conciencia, el fuerte pitido era lo único
que rondaba por mi subconsciente. Quería abrir los ojos para comprobar que
seguía en mi habitación pero notaba que algo lo impedía, la vergüenza a no
saber cómo actuar. Esa cobardía no iba a poder conmigo y me propuse ser parte
de la resistencia.
Los días pasaban e intentaban actuar simulando que se congelaban
y volvían a correr, pero una pequeña lucecita en la mitad del camino y en medio
de la oscuridad me obligó a observar y a percibir todos los minutos presentes
en mi vida, minutos que tengo que disfrutar. Me animó a seguir teniendo
objetivos que lograr y aumentó mi curiosidad hacia lo inesperado, despertando
así, a la exploradora que llevo dentro ansiosa por descubrir cosas nuevas.
Mi corazón, el cual se había paralizado durante unos
segundos, recuperó ese amor que tuve siempre por enfrentarme a nuevos retos y
lograr superarlos. Me encontraba ante una gran oportunidad para crecer como
persona y para redescubrirme a mí misma, tal y como soy. Llegaría a averiguar
esos afectos algo irritantes que me jugaron malas pasadas en algunas ocasiones
y sería capaz de desenvolver nuevas emociones positivas y de olvidar aquello
que me paraliza de vez en cuando y que no me deja ser yo misma.
Llueve y hace sol. Quiero estar sola, quiero ver a mis
amigas, quiero estar con mi familia,
quiero estar con mi perro. Voy de una habitación a otra, subo y bajo las
escaleras, salgo al jardín, y todo esto con el propósito de no caer en el
aburrimiento ya que para mí eso no es una opción. Infinidad de retos inéditos
rondan por mi cabeza buscando un hueco en mi preciado tiempo. Mientras se
ordenan, grandes deseos impacientes hacen que tenga la sensación de que mi
mente va estallar. Y además, el rey de los pensamientos circula sin cesar
“¿Cuándo conseguiré alcanzar esos retos y cuándo se llegarán a cumplir esos
deseos?” Esta es la gran pregunta.
Celtia Ríos, 1º Bac A
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