Cuando a uno le hablan
de Shakespeare no puede evitar pensar en complicación, en obras enrevesadas y
complejas, que requieren toda nuestra atención y algún que otro conocimiento
previo para poder entenderlas. No más lejos de la realidad. Hamlet, uno de los dramas
shakesperianos más famosos, ha brillado este año en las clases de Literatura
Universal por su frescor y su vivacidad. La obra teatral nos ha mantenido en
vilo durante largas horas de clase, y su estudio minucioso –a pesar de que el
fin fuera examinarse de él- ha sido una auténtica delicia, un pequeño placer
literario. Por eso, como alumnas postgraduadas que hemos sobrevivido a la
selectividad, os recomendamos que os envolváis en la tragedia del joven
príncipe danés, olvidando miedos y complejos de inferioridad ante el gran
dramaturgo isabelino; pues, si de algo pueden presumir sus obras, es de estar
dotadas de una increíble maestría que guía la trama de principio a fin. Esto es
lo que hace a Hamlet, como
a sus coetáneas, un perfecto compañero de verano. Y si no, siempre podéis saber
qué os perdisteis si no la habéis leído…

Xoana Walker Withlaw y Paula Sánchez Álvarez (exalumnas y supervivientes de 2º de Bachillerato A)
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