xoves, 3 de decembro de 2020

Seis pasos. Encadenados

Un juego que me resultaba muy atractivo y entretenido (a la par que estimulante y feraz) y que disfrutaba enormemente con mis compañeros cuando era niño era un pequeño proceso de investigación que intentaba recrear la historia de los seis pasos que, según el escritor Frigyes Karinthy, nos unen, como mucho, a cualquier persona del mundo. Aunque se ha intentado demostrar matemáticamente, hasta el momento no ha sido posible, de forma que, hoy por hoy, es una conjetura y no un teorema. Visos de verosimilitud tiene. En 2011 Facebook hizo un estudio con los 721000000 de miembros que tenía en aquel instante y, excluyendo a celebridades, fácilmente accesibles, comprobó que el 99.6 % de pares de usuarios estaban conectados por cinco grados de separación, más concretamente, 4.75 pasos. Evidentemente, aunque de niños quizá no éramos conscientes de ello, estábamos muy influidos por el psicoanálisis y las sesiones de psicoterapia tantas veces vistas (Recuerda, memorable película de Alfred Hitchcok), leídas u oídas: comienzas a hablar y, a medida que tu serenidad e introspección ganas espacio y tus devaneos mentales se van encauzando y canalizando; van engarzándose, como cuentas, diferentes versiones de ti mismo, presentando aspectos y circunstancias y acasos hasta ese momento desconocidas e impredecibles e inimaginables, pero convergiendo en un punto coherente y razonable que permite extraer ideas y datos inapreciables en sí mismo, pero que, conjuntados y ordenados, son absolutamente relevantes de cara a saber por qué quieres más a papá que a mamá o por qué prefieres la música new age al reggaeton. Nuestro juego, quizá no tan elaborado y ampuloso y trascendente pero sí instructivo y creativo y socrático, consistía en enlazar razonadamente dos historias o personas o ciudades o parajes cualesquiera con la condición de que el vínculo entre ellas no fuese evidente: pasa de Chindasvinto (en aquel entonces aún estudiábamos los reyes godos) a Neil Armstrong; establece una cadena entre el Monasterio del Escorial y la abeja Maya; ¿cómo puedes llegar a Teresa de Ávila partiendo del Etna? La canción Círculos viciosos del disco La mandrágora de Sabina, Pérez y Krahe puede ser un esbozo de encadenamientos, aunque en este caso terminando donde se había iniciado. Y el pasado sábado, deambulando por Coruña, tuve un deja-vu con aquel juego que me generó una turbia añoranza a la par que una cierta turbulencia emocional.


PASO 1:Caminaba por San Andrés, Plaza de Pontevedra, Juana de Vega, Cantones, demorándome en cada tienda cerrada, en cada proceso de liquidación, donde urgían un traspaso, donde alquilaban un local, oteando la precaria afluencia en las escasas tiendas abiertas, sorprendiéndome de la enorme pérdida de espacio de la librería Arenas, con mendigos ante los supermercados y las iglesias, con personas paseando con rictus severos y apesadumbrados, quizá hasta contritos, y eso meramente esbozado en los sutiles rasgos que se vislumbraban de sus rostros, cuando vi un panel luminoso con el escudo del Deportivo y un lema o eslogan que me hizo admirar el estoicismo de sus dirigentes, tanto por lo aquilatado del juicio como por lo estimulante que pueda resultar ese autodominio ante lo incomprensible y fatídico: El corazón tiene razones que la razón no entiende. Es una célebre frase del polímata Blaise Pascal, matemático, filósofo, físico, teólogo, ... 

PASO 2: Y ahí surgió la primera cuestión del asombroso (por inesperado) encadenamiento: dónde habré dejado el libro
Tren nocturno a Lisboa de Pascal Mercier? fascinante historia vinculada con la durísima y desmesurada represión practicada en Portugal durante la dictadura de Antonio Oliveira de Salazar, eminente economista (saneó las cuentas públicas portuguesas eso sí, exigiendo manos libres para hacer cuanto quisiera con ese objetivo) pero protervo dirigente del país. Hace años decidí visitar aquellos sitios que, de alguna forma, me resultasen atractivos en aquellas lecturas que me deleitasen (también del cine que me emocionase: no me llamó mucho la atención El tercer hombre de Graham Greene pero sí me fascinó la oscura imagen de Viena en la película homónima de Carol Reed con Orson Welles y Joseph Cotten corriendo por los subterráneos y jugando a buscarse y eludirse). Y en Tren nocturno a Lisboa, Mercier nos traslada al hermosísimo pueblo de Tomar, atravesado por el río Nabão. En esta ciudad está el Convento de Cristo, patrimonio de la Humanidad. Estaba de vacaciones en Peniche y un día que amaneció brumoso y fresco, desapacible para pasear por la playa, aproveché para hacerle una visita quedando subyugado por la pulcritud, el esmero, la atención, amable pero discreta. Y, sobre todo, por la belleza del monasterio, de origen templario, pero de influencias góticas, manuelinas, platerescas. 

  PASO 3: Y, en esas estaba cuando recordé que, en el restaurante del faro de Peniche había comido un espléndido bacalhau gratinado con queixo da Serra da Estrela después de un paseo de cuatro horas por la ventosa playa de Baleal, fantástico escenario para el windsurf. PASO 4: Y, pensando en paseos, me vi, también en Portugal, escalando muros y admirando jardines y quedándome embelesado por el albo primor de las casas de Marvao, fortaleza fronteriza con España, en una colina sobre un valle por el que discurre el río Sever y sita en la Sierra Sao Mamede donde, durante cuatro días seguidos, cené el más tierno y delicioso cordero que haya probado, con una sublime y sorprendente guarnición de grelos y castañas. De postre tomé un pastel de Belém. Y con ese par de platos y el postre, aunque fuesen virtuales, volví a sentirme vivo, feliz y satisfecho, pletórico y saciado. Y, además, me detuve a otear en la lejanía del valle los pendones de las mesnadas españolas que avanzaban, levantando polvo a su paso, con la pretensión de asaltar el baluarte o asediarlo o cercarlo o...


Paso 5: Y pasé a Belém, y, tras un apretujado viaje en tranvía, me situé en el monasterio de los Jerónimos donde compré un libro de Fernando Pessoa (no el Libro del desasosiego que me acompaña desde crío, siempre en mi mesilla de noche tal como otros tienen la Biblia o el Tao Te King). Era O banqueiro anarquista. Comencé a leerlo en el café de la Praça do Comerço donde pasaba sus buenos ratos el escritor. PASO 6 :: Y, hablando de café, me vinieron a la memoria los cannoli que tomaba en la cafetería del hotel de Palermo y los aranzini de Mesina y Catania. Y volví a pensar en mis proyectos arquimedianos que no cuajaron en una tesis. Y, entonces, me reí recordando cuán divertida es la Tesis de Nancy, grandiosa jocosidad de Ramón J. Sender. Y, tras comprar en la librería Arenas un libro de Haruki Murakami y otro de Julián Casanova, fui a Palexco donde tenía estacionado el coche y, al cruzar la calle en el semáforo del antiguo hotel Atlántico hojeando las atrocidades cometidas en el siglo XX en los países supuestamente avanzados contra los judíos, los minusválidos, los diferentes, reviví mi sueño de siempre: abrir una vía al mar desde Riazor hasta el puerto (Plaza de Pontevedra, Juana de Vega, Cantones) semejante al de Donosti y, en un kayak, navegar ese canal, sintiendo cómo el oleaje lo impulsa, adquiriendo velocidad, viendo desaparecer rápidamente los edificios en las orillas, atisbando el mar, colores diversos fluyendo a mi alrededor, y yo, en esa calma y encandilamiento, mientras me voy sumergiendo en el inconsciente, encadenando pensamientos inaprehensibles e incomprensibles e irracionales y libres, vuelvo a Cefalú, a las aguas del Tirreno, a Taormina y las cálidas playas del Jónico y a ...Paso 5: Y pasé a Belém, y, tras

un apretujado viaje en tranvía, me situé en el monasterio de los Jerónimos donde compré un libro de Fernando Pessoa (no el Libro del desasosiego que me acompaña desde crío, siempre en mi mesilla de noche tal como otros tienen la Biblia o el Tao Te King). Era O banqueiro anarquista. Comencé a leerlo en el café de la Praça do Comerço donde pasaba sus buenos ratos el escritor. PASO 6 :: Y, hablando de café, me vinieron a la memoria los cannoli que tomaba en la cafetería del hotel de Palermo y los aranzini de Mesina y Catania.
Y volví a pensar en mis proyectos arquimedianos que no cuajaron en una tesis. Y, entonces, me reí recordando cuán divertida es la Tesis de Nancy, grandiosa jocosidad de Ramón J. Sender. Y, tras comprar en la librería Arenas un libro de Haruki Murakami y otro de Julián Casanova, fui a Palexco donde tenía estacionado el coche y, al cruzar la calle en el semáforo del antiguo hotel Atlántico hojeando las atrocidades cometidas en el siglo XX en los países supuestamente avanzados contra los judíos, los minusválidos, los diferentes, reviví mi sueño de siempre: abrir una vía al mar desde Riazor hasta el puerto (Plaza de Pontevedra, Juana de Vega, Cantones) semejante al de Donosti y, en un kayak, navegar ese canal, sintiendo cómo el oleaje lo impulsa, adquiriendo velocidad, viendo desaparecer rápidamente los edificios en las orillas, atisbando el mar, colores diversos fluyendo a mi alrededor, y yo, en esa calma y encandilamiento, mientras me voy sumergiendo en el inconsciente, encadenando pensamientos inaprehensibles e incomprensibles e irracionales y libres, vuelvo a Cefalú, a las aguas del Tirreno, a Taormina y las cálidas playas del Jónico y a .... ENRIQUE FREIRE


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